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De rugby, geopolítica y otros asuntos

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El rugby es algo muy ajeno a nosotros en Latinoamérica (y creo que en España también). Con la gran excepción argentina, el resto de nosotros no crecimos con el rugby ni en el colegio, ni en la televisión y para la gran mayoría es un gran enigma… “Un montón de fulanos dándose puños”, como dijo una amiga mía alguna vez que la invité a ver un partido de los Springboks en el mundial de rugby. Casi la ahorco.

Pero el rugby es muchísimo más que eso. Aunque nosotros no lo conozcamos o no lo entendamos, hay millones de personas en otros lugares del mundo que se paralizan cada vez que su equipo sale a la cancha. Sí, en muchos lugares no se emocionan con Ronaldo o Messi sino con Lomu o Havana. El rugby para ellos es más que un juego, es más que un deporte… es casi una religión y la forma como se defiende no sólo la bandera sino el país. Y claro, si el rival nos ha invadido, bombardeado o agredido, pues la defensa de la bandera nacional en el campo de juego se convierte en un asunto de orgullo patrio.

Y justo de eso es que vamos a hablar hoy. Resulta que Sergio (el amo y señor de @bitacorarugby en tuíter) y yo empezamos a hablar hace unos meses en tuíter gracias a nuestra pasión común por el rugby. Es que no es fácil encontrar a alguien con quién discutir el Rugby Championship en Colombia… ustedes saben cómo funciona. En cualquier caso, luego de largas discusiones sobre tries, scrums, resultados y favoritos, decidí invitarlo a escribir para éste, su blog, sobre dos temas que a mí me apasionan: Rugby y Geopolítica. ¿Es que hay algo mejor en el mundo? (Sí, que no se note que soy un fanático del rugby… pero es lo que hay).

Sergio es mucho más diplomático que yo. Él se autodefine como “amante del buen rugby” y particularmente “hincha del rugby del sur” (después me enteraría que su corazón está con los Pumas y que los All Blacks lo conquistan de vez en cuando). Yo sí no soy diplomático. Yo soy de los Springboks hasta el último de mis días y, como ya les contará Sergio en esta entrada, eso significa que a los All Blacks no los puedo ver ni en pintura. Claro, yo sé que (por ahora) los All Blacks son los líderes indiscutibles del rugby mundial, pero también sé que si hay un equipo que los puede parar son los Springboks (y este año pinta bastante bien). En lo que sí coincidimos Sergio y yo es que el rugby del sur es sin duda millones de veces mejor que el del norte. No es gratis que el sur se haya ganado 7 de los 8 mundiales de rugby hasta el momento. También coincidimos en que el proceso que han hecho los Pumas de Argentina es alucinante. Pasaron de ser el hermano pequeño, diminuto, casi inexistente, a jugar mano a mano con los grandes del rugby mundial. Lo de Argentina es ALUCINANTE. ¡Enhorabuena! (Ojalá en Colombia le metiéramos la ficha al rugby como debe ser).

Pero bueno, como siempre, ya me dio diarrea mental y la introducción que iba a ser corta se volvió de 5 párrafos. Entonces, sin más preámbulos, vamos con Sergio y sus historias sobre el rugby mundial. Disfrútenla tanto como yo la disfruté.


De rugby, geopolítica y otros asuntos


El deporte une una nación bajo una misma causa y exacerba los sentimientos patrióticos de sus habitantes. Cuando juega una selección nacional o cuando un atleta olímpico compite, la gente arropa a sus representantes ante el mundo. Si esta es una situación de total importancia cuando simplemente se trata de apoyar a un deportista que representa a una bandera sin ningún tipo de conflicto o factor externo que incite al fanatismo, imagínense ustedes lo que puede pasar si en el momento de la competición hay algún tipo de confrontación política o bélica con otro país, o se vive una situación social insostenible, o el país está totalmente dividido.

En el rugby hay un caso icónico, memorable, y que prácticamente todo el mundo conoce tras ser inmortalizado en el cine por Clint Eastwood: La Sudáfrica campeona del Mundial de 1995 en una época en la cual el país estaba segregado racialmente y que necesitaba un catalizador como el deporte para unirse. Pero en esta entrada no se va a hablar de ese caso en particular. Hay muchos otros en los cuales el deporte, y en especial el rugby, ha sido la extensión de la situación geopolítica de varios países y la idea aquí es explorarlos un poco más.

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Nelson Mandela (Presidente de Sudáfrica) y Francois Pienaar (Capitán de los Springboks) en la ceremonia de premiación del Mundial de Rugby de 1995 en el Estadio de Ellis Park en Johannesburgo, Sudáfrica (Fuente)

Esta entrada va a enfocarse en ocho rivalidades históricas que tienen gran relevancia deportiva, pero que a lo largo de la historia, se han visto influenciadas por situaciones políticas y sociales que le han dado un condimento mucho más fuerte a las diferentes confrontaciones. Empezamos:


 Georgia –  Rusia

Fuente: http://www.tabula.ge/en/story/118244-georgian-rugby-team-defeats-russia-28-14
(Fuente)

Las relaciones entre Georgia y Rusia han sido tensas desde la desaparición de la Unión Soviética, sobre todo por el apoyo ruso a las regiones separatistas dentro del territorio de su diminuto vecino desde hace mucho tiempo. Pero el punto más álgido de ésta relación llegó en 2008, cuando el gigante liderado por Vladimir Putin invadió Abjasia y Osetia del Sur, en un conflicto que tuvo cientos de muertos en tan sólo cinco días y que se saldó con la entrada y establecimiento de tropas rusas en buena parte del territorio georgiano, además de la independencia de facto de ambas regiones.

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Georgia y las autoproclamadas Repúblicas de Abjasia y Osetia del Sur (Fuente)

El rugby en Georgia se convirtió en la esperanza de un pueblo ante la adversidad y, sobre todo, se erigió como el refugio de un pueblo en guerra. Lo bonito del asunto es que el rugby georgiano tuvo su mayor impulso, y sus mejores resultados, a partir de 2008. Desde el año de la guerra, Georgia ha sido dominador absoluto de la European Nations Cup ganando 33 de los 35 partidos que ha disputado en ese torneo. También tuvo dos presentaciones muy buenas en los dos últimos mundiales, pero especialmente en el mundial de 2015, donde venció a Tonga y se aseguró su cupo al Mundial de 2019 tras quedar dentro de los primeros doce equipos del torneo.

Como ya se lo deben imaginar, el clásico rival de Georgia es Rusia. Los estadios siempre se llenan y siempre son más ruidosos cuando los Lelos se enfrentan a los Osos. En el último partido entre ambos, disputado en abril de este año en el mítico Boris Paichadze de Tiflis, hubo 55,000 almas alentando al seleccionado georgiano. Las diferencias deportivas entre ambos conjuntos son notables: De los 21 partidos que se han disputado entre ambos, Georgia ha vencido en 19 ocasiones, hubo un empate en 2002, y la única victoria rusa se dio en el primer partido que ambas uniones disputaron, allá por 1993. Pero Rusia es vista por el pueblo georgiano como el invasor, como ese “bully” al que siempre hay que derrotar para mantener el orden, y como el país que los bombardeó y que mató a su gente. Por eso es imperdonable para los georgianos conceder una derrota ante su gran vecino.

Por supuesto que los jugadores son profesionales y mantienen los códigos intachables del rugby. Pero todos los jugadores georgianos van a estos clásicos con el convencimiento de darle una alegría a los hinchas, así sea pequeña comparada con la humillación que en general siente el pueblo georgiano frente a los rusos.


 Inglaterra contra todos

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Para las naciones que conforman el Reino Unido y para Irlanda, Inglaterra es la gran referencia, es el hermano mayor. Pero no sólo es eso. Inglaterra también es el conquistador. Por tal motivo, los siglos de historia compartida que tienen estos países por su cercanía geográfica y su infinidad de cosas en común han estado llenos de tensiones, racismo, guerra, y nacionalismos que influyen la vida cotidiana.

Si usted, querido lector, le pregunta a cualquier jugador escocés, galés o irlandés acerca de su más grande objetivo para la temporada, con seguridad le va a responder con un “Beat England”. No porque no se puedan ver con los ingleses o algo así, sino por lo que representa vencer en la cancha al rival más grande en uno de los deportes más históricos en la región. El tema es tan amplio, que considero necesario dividirlo por rivalidades:


a)  Inglaterra –  Irlanda

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(Fuente)

La relación entre Inglaterra e Irlanda ha sido muy violenta, en especial desde la segunda mitad del Siglo XIX. Para resumirles el cuento, Irlanda empezó a pedir más autonomía del Reino Unido a partir de 1880. A pesar que el Reino Unido le dio cierta autonomía a Irlanda hacia 1912, el apoyo irlandés al ejército británico en la Primera Guerra Mundial hizo que ciertas facciones independentistas y extremistas tomaran la decisión de protestar contra el dominio británico. En la Semana Santa de 1916 hubo una insurrección con el fin de declarar la independencia irlandesa, algo así como el florero de Llorente en Colombia (Nota del Blog de Banderas: Sí señores, la independencia de mi país empezó con una pelea por el florero más inmundo que ha existido en toda la historia de la humanidad… Así estamos). Pero el ejército británico respondió con fuerza desmedida. La revuelta se saldó con más de cuatrocientos muertos y con la ejecución de los líderes de la insurrección, lo que causó indignación absoluta y exacerbó el sentimiento nacionalista en casi toda Irlanda (con excepción de la provincia de Úlster, que era unionista y se convirtió en Irlanda del Norte). Lo que empezó siendo la revuelta de pocos, terminó en la guerra Anglo – Irlandesa, que significó la independencia de Irlanda en 1921, y causó más de 2,000 muertos (550 irlandeses). De ahí en adelante Irlanda vivió prácticamente en un estado de confrontación con su eterno rival debido a la pertenencia de Irlanda del Norte al Reino Unido. Tan fuerte era el tema que en las décadas de 1950 y 1960 era totalmente normal leer la leyenda “No Blacks, No Irish, No Dogs” en algunas casas inglesas.

El conflicto se agudizó en 1968 y se volvió una guerra de 30 años, conocida popularmente como “The Troubles”. Hubo eventos como el famosísimo Bloody Sunday, las huelgas de hambre, el bombazo del IRA en la conferencia del Partido Conservador en Brighton y la bomba en Omagh, entre muchos otros, que dejaron más de 3,500 muertos. A partir de 1998 las relaciones han mejorado considerablemente, aunque aún hay resentimientos de lado y lado. Como será que la primera visita oficial de la Reina Isabel a Irlanda vino a darse apenas en el 2011, confirmando el clima de desconfianza mutua que hubo entre ambos países hasta hace muy poco tiempo.

Tras tanto tiempo de historias conectadas y pasados comunes, y por la cercanía geográfica, es apenas lógico pensar que cualquier confrontación deportiva (o de cualquier otra índole) entre ambos países va a causar una fuerte rivalidad, y el rugby, al ser uno de los deportes más populares tanto en Inglaterra como en Irlanda, no es la excepción. Ambas uniones han disputado 132 partidos en la historia, formando así una de las rivalidades más antiguas del deporte. Inglaterra ha vencido en 76 ocasiones, mientras que Irlanda ha ganado 48 encuentros. Ocho partidos han quedado empatados. Inglaterra como local ha sacado una buena ventaja, venciendo en 44 de las 65 oportunidades en las que ha enfrentado a su isla vecina. Las confrontaciones en Dublín han sido mucho más parejas: Inglaterra ha ganado 31 partidos e Irlanda igual. Como dato curioso, sólo se ha disputado un partido entre ambas naciones en Irlanda del Norte. Se disputó en 1924 en el histórico estadio Ravenhill, en Belfast, y lo ganó Inglaterra 14-3, inclinando ligeramente la balanza a favor de los ingleses en sus juegos como visitantes.

Siempre han sido juegos con un ambiente muy caldeado en las tribunas, pero las cosas han mejorado. En 2007, por ejemplo, pasó algo histórico. El 24 de febrero, por el Seis Naciones, se enfrentaban Irlanda e Inglaterra en Croke Park. Croke Park es la catedral del deporte irlandés, tiene el mismo significado para los irlandeses que Wembley para los ingleses. Aparte de eso, el Bloody Sunday de 1920, una masacre por parte de la policía británica contra hinchas irlandeses que presenciaban pacíficamente un partido de fútbol gaélico, ocurrió en ese estadio. Por eso ese partido significaba muchísimo. Pero como nunca antes, y siguiendo el clima de reconciliación que se ha venido formando, los hinchas irlandeses escucharon silenciosamente el himno británico “God Save The Queen”, dando una lección de respeto al mundo. También supieron respetar al rival en la cancha, y le metieron un contundente 43-13. Es la diferencia más grande a favor de Irlanda ante Inglaterra en un partido oficial.

Hay otro dato curioso en la rivalidad. A pesar de la relación tan complicada entre la República de Irlanda e Irlanda del Norte, por los factores anteriormente mencionados, el equipo nacional irlandés es un equipo de toda la isla. Es decir, puede contar con jugadores irlandeses y norirlandeses. Esto pasa porque la Irish Rugby Football Association (IRFU) decidió, tras la partición de la isla, que seguiría manejando el deporte basándose en los 32 condados irlandeses, repartidos entre Leinster, Munster, Connacht (Irlanda), y Úlster (Irlanda del Norte). Irlanda es de los pocos equipos que puede elegir jugadores de dos entidades políticas separadas.


b)   Inglaterra –  Gales

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(Fuente)

La convivencia entre Inglaterra y Gales no se ha visto tan permeada por la violencia como en el anterior caso. Pero sí ha habido diferencias, sobre todo políticas, entre ambos países. Gales siempre fue visto por su vecino como el hermano pequeño, relegando su idioma, su industria, su política, su forma de vida a un tercer plano. Entonces ha habido a lo largo de la historia, aunque hoy en día no sea el común denominador, un sentimiento de inferioridad frente a los ingleses. Por eso el rugby, que más que un deporte es una religión en Gales, se ha vuelto el método perfecto para expulsar al invasor.

Es que las relaciones se han complicado tanto por el hecho de que Inglaterra nunca le dio prioridad a Gales. Cardiff se volvió capital del país en 1955, pero desde que se firmó el Estatuto de Rhuddlan en 1284 en el cual el Reino Unido se anexó a Gales, la capital de Gales fue Londres. Todas las instituciones son inglesas, el Príncipe de Gales no nace en Gales desde tiempos de Owain Glyndŵr, o sea desde el siglo XIV, el parlamento galés depende de la corona británica, y en términos generales es un país que fue visto durante mucho tiempo como una extensión de Inglaterra. Así como Irlanda es considerado como el rebelde que logró independizarse, Gales podría ser considerado como el que no se quiere independizar, y que es dependiente de Inglaterra en casi todos los aspectos de la vida cotidiana, pero que se considera una nación con sus propias costumbres, cultura, e idioma. Entonces el rugby se ha convertido en una forma de reivindicar la nación galesa ante el conquistador que, no sólo los oprimió, sino que los opacó y los avasalló.

Phil Bennett, una de las grandes figuras del rugby galés en su historia, plasmó este sentimiento en una arenga antes de un partido ante Inglaterra: “Miren lo que estos bastardos nos han hecho. Han tomado nuestro carbón, nuestra agua, nuestro acero. Han comprado nuestras casas y viven en ellas dos semanas cada año. ¿Qué nos han dado? Absolutamente nada. Nuestro pueblo ha sido explotado, violado, controlado y castigado por los ingleses – ¡y esa es la gente contra la que jugamos esta tarde!”. Es que el rugby es la forma de vida del galés, es la forma de lograr que su hermano mayor, que tiene diez veces su población, se reduzca a sus pies. Para hacer un paralelismo con la política, el galés es esa clase obrera y trabajadora que quiere derrotar a su vecino burgués que lo ha dominado por completo, y su única oportunidad de hacerlo es en una cancha de rugby.

En términos estrictamente deportivos, el Inglaterra – Gales puede llegar a ser una de las rivalidades más feroces que hay en el rugby. Para los galeses, es el partido donde el himno se debe cantar más duro, y donde el fervor patriótico llega a niveles muy altos. Para Inglaterra, es el clásico rival. Vienen jugando partidos desde 1881, siempre hay careos, hay palabras de más que calientan el juego una semana antes del kick-off, y es la rivalidad más pareja que tiene Inglaterra frente a las denominadas Home Nations. Han jugado 130 partidos, de los cuáles Inglaterra ha ganado 61, Gales 57, y ha habido 12 empates. Gales como local ha ganado 36 encuentros de 62 disputados, mientras que Inglaterra como local ha ganado 38 de 66 encuentros. Una rivalidad que ha dejado momentos épicos, como la eliminación de Inglaterra de su mundial a manos de Gales, o ese enorme try de Scott Gibbs en Wembley en 1999 (Ahí se los dejo abajo), o la gran victoria inglesa en el amistoso previo al mundial del 2007.


c)  Inglaterra –  Escocia

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(Fuente)

Si Irlanda es el rebelde que se independizó y Gales es el dependiente que no se quiere independizar, Escocia es el que se quiere independizar pero no ha podido hacerlo (Nota del Blog de Banderas: Les dejo 3 entradas sobre Escocia que les pueden interesar: 1) Si Escocia vota sí; 2) Si Escocia vota sí, ¿qué hacemos con la bandera británica?; y 3) Escocia y el encanto del Atlántico Norte). Aún así, de las rivalidades inglesas con las Home Nations, es quizás la menos fuerte. Inglaterra y Escocia tienen una rivalidad mucho más dura e histórica en fútbol, y esta tensión pasa de una u otra manera a los partidos de rugby, pero a pesar que es una rivalidad brava no es la más representativa. Sin embargo, sí es la más antigua del deporte. El primer partido entre ambos – y de rugby – en la historia se disputó el 27 de marzo de 1871, en Edimburgo. Escocia ganó ese partido por un gol a cero (había un sistema diferente de puntuación en la época).

El escocés siempre querrá vencer a Inglaterra, en el deporte que sea. Puede ser fútbol, rugby o cricket, el escocés siempre va a querer vencer al gigante que los conquistó y los dominó durante tantos años. Escocia ha tenido a lo largo de la historia una relación de amor y odio con Inglaterra. Se han mantenido unidos desde 1707, cuando se firmó el Union Act. Esta acta unía por completo a dos naciones que habían estado totalmente separadas en su historia, y que tan sólo cien años antes compartían solamente al rey. Después del Union Act se abolieron todas las instituciones escocesas (parlamento, moneda, ejército, etc), para que el territorio del norte – que ocupa un tercio del Reino Unido – asumiera las instituciones inglesas.

Como dirían nuestros padres, Inglaterra y Escocia se han mantenido juntos pero no revueltos. Las guerras han sido un factor constante en la historia de ambos países. Todos ustedes recordarán a William Wallace, el héroe escocés que interpretó Mel Gibson en “Corazón Valiente”. Pues bien, éste fue el común denominador entre ambos países durante casi mil años (800 – 1750): guerras, guerras y más guerras. De 1750 para acá la relación se ha mantenido relativamente estable. Eso sí: el sentimiento nacionalista es muchísimo más arraigado en Escocia que en Gales o en Irlanda del Norte, entonces por ese lado siempre ha habido una cultura muy propia, muchísimo orgullo patrio y una pertenencia como nación que no hay en ninguna otra parte en el Reino Unido, a excepción de Inglaterra.

Por esta razón los sentimientos independentistas empezaron a aflorar desde finales de la década de 1930 cuando se creó el Scottish National Party. Pero en la década de 1990 fue cuando empezó a sentirse de verdad. Por la amenaza independentista, el Partido Laborista inglés (en esa época en el poder con Tony Blair) decidió reinstaurar el Parlamento escocés en 1999, no sin antes darle más poder a Escocia en temas educativos y de salud. Pero eso no calmó el ánimo independentista escocés, y en el 2011 el Scottish National Party se montó al poder. Lo demás es historia conocida: Hubo un referendo en septiembre del 2014 para decidir la salida del Reino Unido, que se saldó con la permanencia en la misma tras una votación del 55% contra el independentismo, más que todo por la intención del pueblo escocés de permanecer en la Unión Europea. Pero después del famoso Brexit, que implica la salida del Reino Unido de la Unión Europea, entonces está latente la posibilidad de convocar un nuevo referendo independentista en Escocia, esta vez con muchas más posibilidades de éxito.

Por toda esta situación histórica y geopolítica, Inglaterra y Escocia siempre van a tener una rivalidad fuerte en cualquier confrontación deportiva. La rivalidad en rugby es fuerte, pero Inglaterra domina el historial. De los 135 enfrentamientos, Inglaterra ha ganado 75, Escocia 48, y han empatado en 18 oportunidades. Jugando en Inglaterra, Escocia sólo ha sido capaz de ganar 14 veces de las 66 en las que ha visitado a su vecino del sur. Para complicar más el panorama, Escocia lleva 36 años sin ganar en Inglaterra. La última victoria escocesa fue en marzo del 2008, en Murrayfield. Ese día el gran Chris Patterson dio una lección de pateo, en la que embocó absolutamente todo lo que pateó. Como dato curioso, ese mismo día el histórico Jonny Wilkinson se convirtió en el máximo anotador de la historia del deporte, superando a la leyenda galesa Neil Jenkins. A pesar de eso, los enfrentamientos en Escocia han sido más parejos: Escocia ha ganado 28, Inglaterra 29, y ha habido 7 empates.

Ha habido partidos maravillosos, como el del Mundial del 2011. Escocia lo ganaba a dos minutos del final 12-9, y se metía a cuartos de final. Hubo un maul a favor de Inglaterra en las 22 escocesas por el costado izquierdo de la cancha. El empuje hizo que Inglaterra avanzara sobre campo escocés. Cuando el balón salió del maul, Manu Tuilagi (que es una mole) ganó un par de metros más antes de ser tackleado. Se la pasó a Toby Flood, que mandó un pase larguísimo a la otra banda, justo a donde llegaba Chris Ashton a toda velocidad para apoyar el try. El partido terminó 16-12 a favor de Inglaterra y con Escocia prácticamente eliminado.

En la semifinal del mundial de 1991, Gavin Hastings falló un penal al frente de los palos. Hastings, que es el mejor jugador de la historia escocesa y de los mejores de este deporte, dice que se arrepiente de haber pateado ese penal, que ni siquiera quería patear tras haber quedado tendido en el piso por dos minutos debido a un tackle rompecostillas. Al final, Inglaterra ganó 9-6 y pasó a la final, donde perdería con Australia. Son momentos que esta vieja rivalidad nos ha dado, y que se quedarán en la memoria de los rugbiers para siempre.


 Inglaterra –  Francia

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(Fuente)

Si usted tiene conocimiento sobre el tipo de relaciones que Francia e Inglaterra tuvieron a través de la historia, no le sorprenderá que estos dos gigantes europeos sean rivales acérrimos. Su historia común está plagada de guerras, de conquistas, de traiciones, de más guerras, de alianzas que terminaron bien y de alianzas que terminaron mal, de rivalidades por productos, pero también están llenas de cooperación y de ayuda mutua. Son dos estilos diferentes de ver la vida, el deporte y prácticamente todo.

Francia e Inglaterra son una especie de enemigos íntimos. Son una pareja disfuncional que se odia pero a la vez se quiere, y que no puede vivir sin el otro. Las relaciones complicadas vienen desde hace mil años, cuando William, duque de Normandía (un regordete que sólo bebía) venció a los anglosajones en la batalla de Hastings, reclamando así el trono inglés. De la mezcla entre los normandos y los anglosajones nació un reino normando. Los normandos exigían ser tratados como una gran nación por parte de los franceses, pero como siempre habían sido vasallos, pues los franceses no querían. Después de muchísimas tensiones entre ambos, y sobre todo entre las casas de Valois (de la corona francesa) y Plantagenet (francesa de origen, pero inglesa en la práctica), se desató la Guerra de los Cien Años (1337 – 1453), que dejó la mítica figura de Juana de Arco y la retirada de las tropas inglesas de Francia. Desde ahí, se disputaron 35 guerras entre ambos países, con 23 victorias para los ingleses, 11 para los franceses, y una derrota mutua en la Revolución de las Trece Colonias, incluyendo todas las coaliciones contra Napoleón Bonaparte y el Imperio Francés, donde hubo batallas tan importantes y míticas como Waterloo y Trafalgar.

Las diferencias también son culturales. Ha habido música francesa vetada por los ingleses y música inglesa vetada por los franceses. Hubo una rivalidad fuerte por el chocolate, dado que los franceses pensaron durante muchísimo tiempo que el chocolate hecho por la empresa Cadbury no era chocolate real al usar otros ingredientes diferentes al cacao. Sólo hasta 2000 permitieron la venta de chocolates Cadbury en Francia, so pena de especificar en los empaques que tenía otros ingredientes. El idioma francés ha evitado a toda costa el uso de anglicismos. Por ejemplo, el airbag es en Francia “le sac gonflable”. El walkman era llamado “baladeur”. La petulancia francesa es castigada a menudo por parte de los ingleses, mientras que los franceses critican el pragmatismo inglés.

La rivalidad es tan fuerte, en todos los aspectos de la vida diaria, que se han hecho libros explorando el porqué del odio entre franceses e ingleses. Todo eso ha servido como caldo de cultivo para una rivalidad supremamente fuerte en todos los deportes. En el rugby no es la excepción, y hasta se nota más que en otros deportes. Por ejemplo en el fútbol, la rivalidad entre ambos países es fuerte, pero no se compara con un Alemania – Inglaterra. Pero en el rugby, “Le Crunch” es el partido de máxima tensión. No sólo es una rivalidad a nivel de selecciones sin igual en Europa, sino que se expande a los clubes que se encuentran de manera recurrente en la Champions Cup. Sylvain Marconnet, jugador francés que desarrolló su carrera en Grenoble, Stade Français y Biarritz, y que jugó en el XV de Francia entre 1998 y 2011 como pilar, dijo antes del Seis Naciones del 2009 lo siguiente: “Soy francés y he cultivado cierto tipo de odio por los ingleses. Este odio me lo pasaron a mí y yo se lo pasaré a mis hijos”.

Jonny Wilkinson, la leyenda inglesa del deporte, que es adorado en Inglaterra y amado en Toulon, y que ha enfrentado a los franceses (y a los ingleses) una infinidad de veces, también tiene un punto de vista bastante particular sobre el hecho de enfrentar a los franceses: “Se sabía de antemano lo que significaba enfrentar a Francia. Siempre son partidos con respiración fuerte y con los backs contra el in-goal. Siempre hay ansiedad por enfrentar a Francia, porque uno sabe que siempre hay algo. Y si ese algo sale, el equipo rival está en problemas”. El partido entre ambas potencias europeas también enfrenta dos estilos distintos de jugar. Francia por muchos años exhibió un rugby rápido con sus backs, pero fue cargándolo mucho más hacia sus forwards, jugando de manera mucho más conservadora, creando el famoso “French Flair”. Destreza de backs y un pack fuerte. Aparte de eso, Francia es de esos equipos que pueden jugar mal todo el partido, pero darlo vuelta en los últimos minutos, porque es un equipo que por alguna razón se alimenta de ese “algo” del que habla Wilkinson. Inglaterra, por el contrario, es mucho más práctico. Siempre ha tenido un pack de forwards fuertísimo, y aperturas superlativos, como Owen Farrell y Jonny Wilkinson. Su juego se basa en patadas excelsas, acompañadas por una línea que no permite casi contragolpes (chase-kickers), y en dominio completo del pack en lines, scrums y mauls.

En cuanto a la rivalidad directa entre ambas naciones, “Le Crunch” se ha disputado en 103 ocasiones. Inglaterra domina el historial frente a sus vecinos a través del canal, con 57 victorias frente a 39 de Les Bleus. Ha habido tan sólo siete empates entre ambos. Francia ha ganado 26 de los 51 partidos jugados en su territorio, contra 23 ganados por Inglaterra como visitante. En la isla, el historial favorece al local: 33 victorias en 49 partidos, frente a tan sólo 11 victorias francesas. En la retina quedó el maravilloso try de Philippe Saint-André en el Cinco Naciones de 1991, que fue votado como el mejor try que se ha anotado en Twickenham (Se los dejo abajo), la remontada francesa en el Cinco Naciones de 1997, también en Inglaterra, que llevó a Les Bleus a ganar su primer Grand Slam en diez años, y el gran partido del 2003, que se fue al minuto 92 y que tuvo como figuras a Jason Robinson y a Sébastien Chabal.


 Kenia –  Uganda

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(Fuente)

Kenia y Uganda son dos naciones muy similares. Comparten prácticamente todo: el Monte Elgon, el Lago Victoria, se independizaron prácticamente al mismo tiempo de los ingleses, hay una enorme colonia de kenianos en Uganda, así como de ugandeses en Kenia, son aliados económicos, y muchas cosas más. Existe una interdependencia muy fuerte entre ambos países, y se dice que sin uno no existiría el otro. Es una relación muy parecida a la que sostienen Colombia y Venezuela.

Ésta es una rivalidad que es fascinante, ya que ninguno de los dos equipos está considerado como una potencia ni mucho menos. Ninguno de los dos ha ido a un mundial, y en el imaginario de la gente está que los kenianos y los ugandeses sólo destacan en el atletismo. Pero pocos saben que Kenia es en este momento es el tercer equipo africano en el ranking (26), detrás de los mundialistas Sudáfrica y Namibia, y que Uganda es el quinto (36), tan sólo un puesto por detrás de Zimbabue.

Uganda siempre ha visto a Kenia como su hermano mayor. A pesar de su desigualdad social, Kenia es sin duda uno de los polos de desarrollo de África Oriental. La economía keniana siempre ha estado por arriba de la economía ugandesa. Además de eso, Kenia siempre ha tenido una superioridad deportiva sobre Uganda, en fútbol, en basket, en rugby, en vóley, y en otros deportes de conjunto. Cuando se trata de una victoria ante Kenia, en cualquier deporte, las calles ugandesas se llenan de festejos. Para Kenia sin embargo, es el orden natural de las cosas. La prensa en Uganda le da un cubrimiento masivo a los partidos entre ambos vecinos en cualquier disciplina, mientras que la prensa keniana lo toma con mucha menor seriedad.

En el caso específico del rugby, Uganda ha sabido cerrar la brecha de una gran manera. Kenia lleva jugando el deporte mucho más tiempo que su pequeño vecino, pero Uganda ha sabido hacer más con pocos recursos. Es una cuestión simple: Uganda compara sus logros deportivos con los que Kenia haya logrado en su historia. Si Kenia consiguiese una histórica clasificación al Mundial del 2019, entonces Uganda daría alma vida y corazón por clasificar al del 2023, porque no quieren que sus vecinos los opaquen en el ámbito internacional. Por eso se preparan con meses de anticipación cada que deben enfrentar a Kenia, mientras sus vecinos apenas se reúnen unas semanas antes. Esta ambición de ganar que tiene Uganda le ha permitido erigirse como una contraparte fuerte a Kenia, lo que ha ayudado a crear competiciones como la Elgon Cup, que enfrenta anualmente, a doble partido, a los dos países. Veinte años antes, Kenia vencía a Uganda por cincuenta o sesenta puntos en partidos que se disputaban ocasionalmente. Hoy en día, a pesar de la superioridad keniana en el historial de la Elgon Cup – 12 títulos de 15 disputados – el torneo es parejo. De hecho, en la Elgon Cup de este año, Kenia ganó el primer partido en Kampala, pero en Nairobi los ugandeses sorprendieron y estuvieron a punto de ganar. Al final el partido quedó igualado a 33 y la copa se quedó en Kenia por la diferencia obtenida en el primer partido, pero un resultado así era inimaginable tan sólo unos años atrás.

A diferencia de muchas de las rivalidades que se han tratado acá, ésta no tiene orígenes en historias de conquistas. Es una rivalidad entre buenos vecinos, que tienen algunos líos – como la disputa por el territorio de la Isla Migingo en el 2008 – pero que al final los resuelven pacíficamente, porque se necesitan el uno al otro.


 Nueva Zelanda –  Australia

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(Fuente)

Nueva Zelanda y Australia han mantenido siempre una relación muy cercana. Son dos países que han peleado hombro a hombro en las guerras mundiales y que están relativamente cerca, en una parte del mundo donde casi nada está cerca. Ambos países, divididos por el Mar de Tasmania, han mantenido una dinámica de hermano grande y hermano menor. Y a lo largo de la historia se han comportado como buenos hermanos, porque ha habido cooperación entre ambos, crecieron juntos como colonias británicas en las Antípodas, y mantienen vínculos económicos extremadamente fuertes. Cuando hay desastres naturales en Australia o en Nueva Zelanda, los vecinos siempre son los primeros en prestar la ayuda necesaria.

Sin embargo, hay varios temas en los que los neozelandeses y los australianos presentan diferencias de fondo. Aparte del origen de la “Pavlova”, que es un postre que ambos países afirman haber inventado, y de la nacionalidad del actor Russell Crowe, nacido en Nueva Zelanda pero hecho en Australia, el deporte causa una pequeña guerra fría entre ambos pueblos. Por esa condición tan cercana que comparten, la forma de demostrar superioridad es por medio de un bate de cricket, o un balón de rugby, en cualquiera de sus modalidades.

Hay que decir también que no todos los temas que puedan dar pie a una rivalidad entre australianos y neozelandeses se remitan exclusivamente al origen de un postre o al de un actor. Hay temas con mucha más sustancia, que han formado una especie de rivalidad sana entre ambos países. Por ejemplo, el hecho que Nueva Zelanda y Australia no sean un solo país. Australia invitó abiertamente a Nueva Zelanda a formar parte del gigante de Oceanía, como el séptimo estado. Pero Nueva Zelanda rechazó la propuesta, principalmente por tres razones: la primera era la preocupación que tenían las autoridades neozelandesas con respecto a la ayuda que Nueva Zelanda pudiera recibir de Australia, en caso de una invasión. Ambas islas están separadas por el Mar de Tasmania, que ocupa casi 3,000 kilómetros. Tenían razón los neozelandeses en pensar que un Parlamento, con base en Australia, relegaría sus intereses a un segundo plano. La segunda razón era el trato excluyente que los colonos australianos tuvieron en algún momento con los indígenas maoríes. La tercera razón, un poco más utópica, era que esa unión truncaba la posibilidad neozelandesa de conquistar los territorios del Pacífico.

Otra problemática constante entre ambos países es la migración. Muchísimos kiwis viven en Australia, tantos que hasta tienen partido político (Expatriate Party of New Zealand). Esto tiene varias aristas: por un lado, cada país ha recibido a sus vecinos de manera calurosa, lo que ha propiciado buenas relaciones, pero ha habido sectores anti-inmigración (como en todo el mundo) que complican las cosas. Hay personas en Australia que abogan por frenar el flujo abierto de neozelandeses al país. Al mismo tiempo, varias empresas han movido sus sedes a Nueva Zelanda, porque la mano de obra termina siendo más barata. Un político neozelandés llegó a afirmar que la isla iba a terminar convirtiéndose en el “México de Australia”, dando paso a un ligero incidente internacional. Pero la mayor problemática se basa en nuevas leyes de deportación en Australia. La ley dice que si un extranjero está detenido en una cárcel australiana por dos períodos o más, superando los 12 meses, es deportado. Debido al flujo migratorio, hay muchos neozelandeses detenidos, y por ende sufriendo el riesgo de deportación, lo que ha causado algunas tensiones.

Más allá de éste tipo de incidentes menores, el matrimonio entre ambas naciones es bastante estable. Las rivalidades más fuertes siguen siendo en el deporte. Entre ambos países existe una competitividad innata en casi cualquier cosa, pero en el deporte se exacerba. Por esta razón, la rivalidad en rugby es de las más fuertes del mundo. Australia se coronó campeón del mundo en 1991 y en 1999, mientras que Nueva Zelanda levantó el trofeo Webb Ellis en 1987, 2011 y 2015, precisamente venciendo a su vecino en la final. Esa victoria en particular fue muy importante para Nueva Zelanda, porque obtuvo una victoria ante su vecino en el escenario más grande que puede haber. Nueva Zelanda ha encontrado una cosa en la que es mejor que Australia, y es el rugby. Para una isla cuya población es menor a los 5 millones de habitantes, saberse superiores en algo es una cuestión de orgullo nacional.

El historial de confrontaciones favorece ampliamente a los All Blacks. Desde 1903 se han enfrentado ambos países, y desde 1931 disputan la Bledisloe Cup. De los 158 partidos que se han jugado, Nueva Zelanda ha ganado 109. El dominio es tal, que de los 80 partidos que se han disputado en Australia, Nueva Zelanda ha ganado 49 y Australia tan sólo 25. En Nueva Zelanda las diferencias son mucho más apabullantes. De los 73 partidos disputados allí, Australia sólo ha podido ganar en 15 oportunidades. Muchos, en una posición que personalmente no comparto, han dicho que la rivalidad entre ambos países en rugby se ha vuelto casi inexistente por la falta de competitividad australiana ante sus vecinos. Si bien los Wallabies solamente han ganado cinco partidos ante los All Blacks en los últimos diez años, Australia siempre está entre los tres mejores equipos del mundo. Además, por mucho tiempo los australianos pudieron hacerle bullying del bueno a Nueva Zelanda en rugby. Hasta el 2011, se podían dar el lujo de decirles a sus vecinos que su país había ganado más mundiales.

El que es para mí el mejor partido de rugby de la historia fue jugado entre Australia y Nueva Zelanda, en el 2000, en Sídney. Los All Blacks ganaban 24 – 0 a los diez minutos de juego. De alguna forma, y gracias a las monumentales carreras de Stephen Larkham, Australia logró empatarlo, ¡antes del descanso! Después todo fue un golpe a golpe sin igual. Para resumirlo lo mejor que puedo, fue el Alí – Frazier del rugby. Hasta que al final llegó un tal Jonah Lomu, anotó un try y selló la victoria definitiva de los hombres de negro por 39 a 35.

De hecho, algunos de los más grandes partidos de este deporte se han disputado entre los dos vecinos oceánicos. Un momento que quedó en la historia fue en 2001, en el último partido de una de las leyendas del rugby mundial, John Eales, con la camiseta de los Wallabies. A parte de la carga emocional que significaba despedir a uno de los grandes, el partido fue espléndido. Totai Kefu, el 8 australiano, logró apoyar un try en los últimos minutos del juego, sellando la victoria local por 29 a 26. Como se podrán imaginar, se desató la locura en Sídney. Otros se acuerdan de la maravillosa semifinal de otro grande del deporte, David Campese, en el Mundial de 1991. Ese partido quizás ha sido de los pocos en los que los All Blacks se han visto superados de manera apabullante en el juego. Y hay unos que recuerdan la clase magistral de los All Blacks a los Wallabies en la Bledisloe Cup de 1996. Fue una lección de cómo jugar al rugby bajo la lluvia.


 Sudáfrica –  Nueva Zelanda

SANZ
(Fuente)

La rivalidad entre los All Blacks y los Springboks es sin duda alguna la más brava del mundo del rugby. Entre los dos equipos han ganado cinco de los ocho mundiales que se han disputado. Pero la rivalidad es única en el deporte. Tanto así que en el Museo Nacional de Nueva Zelanda hay un espacio dedicado a la rivalidad entre Nueva Zelanda y Sudáfrica (Nota del Blog de Banderas: Y en el Museo Nacional del Rugby en Ciudad del Cabo también… les dejo fotos al final después de que Sergio les cuente la historia). Es tan importante para la isla como el deporte en sí. Es una parte de la nación, y muchos dicen que no se puede entender el Siglo XX en Nueva Zelanda sin comprender la rivalidad con el país africano. Una locura. En Sudáfrica, ganarle a los All Blacks es la razón del juego, es la razón de ser del jugador y del hincha. Por eso, siempre hay partidazos.

El rugby en Nueva Zelanda es un estilo de vida. No es sólo un deporte, es parte del país, viene en la gente desde el primer momento. Pero estamos hablando de la rivalidad con el único país que ha podido disputarle la hegemonía del deporte de manera consistente a lo largo de la historia. Para ponerlos en contexto, han sido las únicas dos naciones que se han disputado el primer puesto del ranking mundial entre 1912 y 1991. También es el rival que más pelea le ha dado a los All Blacks, habiendo ganado el 38% de los partidos que se han disputado entre ambos. Boy Louw, uno de los forwards de los Springboks en la década de 1940, manifestó, tras vencer en un partido frente a los All Blacks, que cada vez que Sudáfrica y Nueva Zelanda se enfrentaran, se debía considerar al país en guerra.

Esta rivalidad, aparte de ser el Brasil – Argentina del rugby, tuvo durante el Siglo XX un tinte político muy marcado. Debido a la política del apartheid, siempre hubo choques muy fuertes. Hablamos de un país con una población indígena bastante grande contra otro que segregaba todo lo que no fuera blanco. En uno de los primeros tours de Nueva Zelanda a Sudáfrica (1919), en el cuál compitió un equipo de la armada neozelandesa, dos jugadores fueron excluidos antes del viaje por el hecho de no ser blancos. Ranji Wilson, que tenía ascendencia antillana, y Parekura Tureia, que era maorí. Desde que el deporte era joven, las controversias políticas permearon las confrontaciones entre neozelandeses y sudafricanos. Pero esta situación tomaría un tinte mucho más complejo en las décadas de 1960 y 1970.

Entre mayo y septiembre de 1960 los All Blacks hicieron su tradicional gira por Sudáfrica. La política de segregación racial sudafricana, liderada por el Partido Nacional, impidió que Nueva Zelanda viajara con jugadores maoríes, básicamente porque eran muy oscuros para el régimen. Ese equipo, de All Whites, levantó muchísima controversia en la isla, porque básicamente era un irrespeto a su cultura y a sus tradiciones. Por eso, más de 160,000 personas firmaron una petición para que el equipo no viajara. Al final no sirvió de mucho, porque de todas maneras el equipo neozelandés viajó a Sudáfrica sin ningún maorí en su plantilla. Pero las relaciones cada vez se hacían más complicadas. Como consecuencia de este tour, Nueva Zelanda rechazó todas las invitaciones a volver a Sudáfrica, hasta que sus jugadores maoríes o samoanos fuesen aceptados. Esto eventualmente ocurrió en 1970, después de que el gobierno sudafricano aceptó otorgarles el título de “blancos honorarios”. Así usted no lo crea, ese fue el ridículo y humillante título que le dieron a los maoríes y samoanos en Sudáfrica para que pudiesen jugar.

Los problemas políticos se intensificaron en 1976, cuando Nueva Zelanda aceptó, con la aprobación de su Primer Ministro Rob Muldoon, que los All Blacks hicieran una nueva gira por Sudáfrica. Cinco maoríes y un samoano fueron con el equipo gracias al status otorgado por el gobierno sudafricano años atrás. Esta vez no hubo protestas en Nueva Zelanda ni nada de eso, pero treinta países africanos (Argelia, Benin, Camerún, República Centroafricana, Chad, Congo, Egipto, Etiopía, Gabón, Gambia, Ghana, Kenia, Libia, Lesotho, Madagascar, Malawi, Malí, Marruecos, Níger, Nigeria, Somalia, Sudán, Suazilandia, Tanzania, Togo, Túnez, Uganda, Alto Volta (hoy Burkina Faso), Zaire y Zambia), más Irak y Guyana, boicotearon los Juegos Olímpicos de 1976. La razón era muy sencilla: el Comité Olímpico Internacional no quiso suspender a Nueva Zelanda de los Juegos. Los países que los boicotearon consideraban que el gobierno neozelandés estaba siendo permisivo con el gobierno apartheid de Sudáfrica por permitir que los All Blacks hicieran la gira de ese año. Ese evento siguió alimentando el fuego, que alcanzaría su cúspide en 1981.

Para los neozelandeses hay un antes y un después en la historia del país después del tour de los Springboks a Nueva Zelanda en 1981. El gobierno de Muldoon aceptó que los Springboks visitaran territorio neozelandés, a pesar que el acuerdo de Gleneagles no permitía ningún contacto de tipo deportivo con Sudáfrica debido a su política racial. El buen Rob seguía fiel a su discurso de no mezclar deporte con política. Obviamente las protestas no se hicieron esperar. Nueva Zelanda tenía la imagen ante el mundo de apoyar pasivamente el régimen del apartheid, y los neozelandeses querían quitarse ese lastre de encima. Hasta ahora han sido las protestas más fuertes de la historia neozelandesa. Muchísima gente se dedicó a boicotear los partidos, hasta que en el tercer partido una avioneta que pasó por encima del Eden Park descargó bombas de harina sobre el campo para suspender el partido. El partido no se suspendió, pero esas protestas causaron una fuerte división en la sociedad neozelandesa: una parte abogaba por mantener la rivalidad deportiva con su clásico rival, a pesar de su política, mientras que la otra no toleraría ni el más mínimo contacto con Sudáfrica, debido al apartheid.

Este evento ocasionó que Nueva Zelanda y Sudáfrica dejaran de enfrentarse durante once años, hasta después del fin del apartheid. Desde ahí la rivalidad ha vuelto a ser totalmente deportiva, con partidos que nos han dejado impresionados a los fanáticos de éste deporte. Se han encontrado en cuatro mundiales, incluyendo la final de 1995, que ganó Sudáfrica, y la semifinal del 2011, que ganó Nueva Zelanda. Nos han regalado partidazos tanto en el antiguo Tres Naciones como ahora en el Rugby Championship. Estoy seguro que esta rivalidad se va a mantener por muchísimo tiempo, porque Sudáfrica es el mayor contrapeso al rugby neozelandés. Además, como fan del rugby del sur, es un partido que siempre disfrutaré. Esas tensiones políticas ya quedaron en el pasado, pero ayudaron a formar la que hoy es la rivalidad más importante del mundo del rugby.

2015.05.27 Ciudad del Cabo, ZA (29)
Museo Nacional del Rugby en Ciudad del Cabo, Sudáfrica

 

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Museo Nacional del Rugby en Ciudad del Cabo, Sudáfrica
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Museo Nacional del Rugby en Ciudad del Cabo, Sudáfrica
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Museo Nacional del Rugby en Ciudad del Cabo, Sudáfrica
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Museo Nacional del Rugby en Ciudad del Cabo, Sudáfrica
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Museo Nacional del Rugby en Ciudad del Cabo, Sudáfrica
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Rivalidad Sudáfrica – Nueva Zelanda en el Museo Nacional del Rugby en Ciudad del Cabo, Sudáfrica
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Museo Nacional del Rugby en Ciudad del Cabo, Sudáfrica
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Gira de los All Blacks a Sudáfrica en 1949 en el Museo Nacional del Rugby en Ciudad del Cabo, Sudáfrica
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Museo Nacional del Rugby en Ciudad del Cabo, Sudáfrica
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Museo Nacional del Rugby en Ciudad del Cabo, Sudáfrica
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Museo Nacional del Rugby en Ciudad del Cabo, Sudáfrica
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Museo Nacional del Rugby en Ciudad del Cabo, Sudáfrica
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Museo Nacional del Rugby en Ciudad del Cabo, Sudáfrica
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Museo Nacional del Rugby en Ciudad del Cabo, Sudáfrica
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Museo Nacional del Rugby en Ciudad del Cabo, Sudáfrica
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Museo Nacional del Rugby en Ciudad del Cabo, Sudáfrica
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Mandela y Pienaar en el Museo Nacional del Rugby en Ciudad del Cabo, Sudáfrica
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Museo Nacional del Rugby en Ciudad del Cabo, Sudáfrica
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Museo Nacional del Rugby en Ciudad del Cabo, Sudáfrica
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Museo Nacional del Rugby en Ciudad del Cabo, Sudáfrica

Y hasta aquí llegamos por hoy. Muchas gracias a Sergio por tomarse el tiempo para escribir para el Blog y nos vemos en una próxima oportunidad. ¡Adiós pues!

 


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