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Ricciolo d’Italia, el territorio que el Vaticano le robó a Italia

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Coke es una de esos grandes amigos que apareció gracias al Blog de Banderas. Lo conozco hace casi 8 años ya y nos hemos visto en persona un par de veces… una en Chile para su cumpleaños y otra en Zaragoza para un encuentro con Javier (que ustedes ya conocen de este Blog) y Diego del Blog del lado (que como siempre, nunca llegó… y eso que yo había volado desde Sudáfrica para verlos). Coke es chileno pero, como es disfuncional, se fue a vivir a las 4 calles de Andorra la Vieja. Yo nunca he entendido uno qué carajos hace yéndose a vivir a Andorra pero así es él, con problemas mentales serios. Pero bueno, eso no lo vamos a discutir ahora… lo que sí vamos a hacer es irnos de su mano hasta el Vaticano para explorar las ínfulas expansionistas de la tierra de los papas en territorio italiano. Y como hoy el protagonista es él, yo no hablo más y los dejo con la entrada de hoy. Traigan café y acomódense que empezamos:


Ricciolo d’Italia, el territorio que el Vaticano le robó a Italia

El Vaticano es un país raro. Muy raro. He estado sólo una vez allá y sinceramente no tengo mucho interés de volver. Fui porque, durante mi primera visita a Roma en 2015, la acompañante en dicha ocasión propuso – exigió, más bien – asistir a la Urbi et Orbi que se hizo aquel domingo de Pascua y porque, al fin y al cabo, un geofriki como yo requería acudir para lucir con pompa haber estado en el país más pequeño del mundo. Dos cosas hicieron que valiera la pena el tedio del servicio papal (menos mal que lo hizo Francisco, que algo de picardía tiene) bajo la torrencial lluvia: haber cruzado una frontera más y haber comprobado la existencia del Ricciolo d’Italia.

Había oído alguna vez hablar sobre una tal “Uña Vaticana” y de hecho se lo advertí al dueño de este lustroso blog cuando escudriñaba para componer una de sus entradas más laureadas: Curiosidades y Disfuncionalidades Fronterizas (Parte I y Parte II). Como el Señor Mapache es un obtuso – pero, en el fondo, se le quiere -, no me dio ni bola en aquel instante del año 2012. Una vez que visité el sitio de marras, quise reactivar la investigación, pero la ropa empapada, el hambre y la arrabalera compañía de aquel momento me hicieron abortar misión. Tuvo que venir una pandemia mundial para reactivar la necesidad de disipar dudas sobre este rincón único del planeta.

Y cuando hablo de “rincón”, no es necesariamente metafórico: el Ricciolo d’Italia es un rincón, un recodo, un recoveco. No es más que una franja de sesenta metros de largo y tres de ancho, formada gracias al curso de los Muros Leoninos y la Columnata de San Pedro, también conocida como la Columnata de Bernini en alusión a Gian Lorenzo Bernini, quien proyectó la obra entre 1656 y 1667. Un espacio sin ninguna trascendencia para la urbanística, la estética, la ciencia, para la vida misma. Hasta que llegó la fundación del Estado de la Ciudad del Vaticano y ahí el territorio cobró valor geopolítico.

Vamos a los Pactos de Letrán firmados el 11 de febrero de 1929, que determinaron que la Santa Sede, la institución que encabeza a la Iglesia Católica y que posee personalidad jurídica como sujeto de Derecho Internacional, tuviese un territorio soberano que adquirió reconocimiento de país independiente. No deja de ser llamativo que el firmante por el lado italiano fuese un tal Benito Mussolini, en aquel momento Primer Ministro, y que luego lideró el fascismo. Dicen que, con los Pactos de Letrán, Il Duce se sacaba de encima a la iglesia católica que venía molestando desde 1870 cuando se rompieron las relaciones a causa de la anexión de los Estados Pontificios a Italia. Pero eso es harina de otro costal. Lo cierto es que los Pactos entraron en vigor en el nuevo país gracias al Acta Apostolicae Sedis, algo así como el primer diario oficial del Vaticano, promulgada en junio de 1929. Junto con los 27 puntos del tratado, el concordato y la Convención Financiera, el documento contenía el mapa oficial de la naciente nación.

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Mapa de Italia en 1796, mostrando los Estados Pontificios antes de las guerras Napoleónicas que cambiaron el mapa de Italia (Fuente)

El asunto es que, en la frontera este del nuevo país, el límite no discurre por la proyección de los Muros por la Via di Porta Angelica hacia el sur hasta topar con la Columnata de San Pedro, como nos han hecho creer la mayoría de perezosos que simplifican el mapa del Vaticano. En cambio, la frontera sigue colindando con los Muros Leoninos hacia el oeste hasta formar un punto de intersección en un torreón enquistado al inicio de las columnas, en un sitio anverso al Portone di Bronzo que permite la entrada al Palacio Apostólico, para posteriormente lindar con la curvatura de la trayectoria de la columnata. Por lo tanto la franja, llamada Ricciolo -en castellano, “rizo”- pertenece a Italia. Al menos en el papel.

Claro, porque convengamos que la frontera del Vaticano es completamente palpable en esa zona y los muros que la conforman también sirven de sostén para otro tipo de cosas, como la Puerta San Pelegrino, el Correo Vaticano e incluso un par de servicios higiénicos públicos. Y aquí es cuando se pone interesante el tema: dado que la franja sirve de nexo entre estos sitios vaticanos y la Plaza San Pedro, el control de la zona ha quedado prácticamente entregada a la Guardia Suiza, policía del Vaticano. Tanto es así que en la mitad del Ricciolo hay una barrera controlada por las fuerzas de orden del Vaticano, quienes la abren y la cierran cuando les da la real gana.

 

Mapa Roma Vaticano
Mapa altamente digitalizado que nos hizo Coke mostrándonos en rojo el Ricciolo d’Italia, es decir, el pedazo de Italia que se almorzó el Vaticano (Fuente: Google Maps y las habilidades de Coke en paint)

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Puerta de San Pellegrino (Fuente)

¿Y cómo diantres Italia no ha reclamado la soberanía de este territorio ocupado por su vecinito? Tal vez para simplificar las cosas: Como la Plaza San Pedro es territorio vaticano y las atracciones cercanas también, entrometerse a modo de colchón transformaría aquel sitio en un guirigay. El buen lector debe recordar que, por ejemplo, para entrar al toilette del Vaticano desde la Plaza San Pedro hay que cruzar el Ricciolo, así que un control fronterizo sólo acrecentaría la tardanza en vaciar las necesidades intestinales. Por lo demás, el artículo 3 de los Pactos de Letrán concede plena libertad a la policía italiana para vigilar la Plaza San Pedro hasta la escalinata de la Basílica. En todo caso, si el Vaticano considera oportuna la suspensión temporal del tránsito del público, las autoridades italianas deberán marcharse “detrás de la demarcación externa de la columnata de Bernini y su prolongación”; es decir, un reconocimiento a la italianidad del Ricciolo.

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Foto en el Ricciolo del acceso a los servicios higiénicos vaticanos. La mujer de verde, en el momento en Italia, orinará en el Vaticano (Fuente: Google Maps)

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Foto en el Ricciolo de un policía italiano ejerciendo la soberanía. A la derecha de la imagen aparece una parte de la puerta San Pelegrino

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Aquí se aprecia mejor la barrera instalada de facto por el Vaticano en territorio italiano

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Ricciolo desde el exterior. En la parte superior se aprecia el Palacio Apostólico, desde la cual el Papa se asoma a decir mentiras (eso dijo Coke, no yo)

Quizás por pereza o por simpleza, técnicamente el Ricciolo debe ser uno de los territorios ocupados de manera más descarada en todo el planeta. Pero, entre que el Vaticano no quiere oficializar su fin expansionista en la zona y al vecino le basta con lo que tiene, podemos decir que el país más pequeño nos brinda una de las disfuncionalidades fronterizas más curiosas del mundo.


Y hasta aquí llegamos con esta corta pero curiosa entrada de Coke sobre las ínfulas expansionistas del Vaticano. Si quieren seguir a Coke o preguntarle cositas adicionales, aquí lo tienen en instagram y tuíter.  Y si quieren leer más entradas de Coke, aquí se las dejo:

Espero que les haya gustado y, como siempre, nos vemos en una próxima oportunidad. ¡Adiós pues!


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