¿Ustedes alguna vez se han preguntado por qué carajos existe un país completamente rodeado por Sudáfrica? Es más, si Sudáfrica es el país más poderoso de África (que incluso durante el Apartheid tuvo el cuarto ejército más importante del mundo), ¿por qué no se almorzó a Lesotho hace rato? Pues les cuento, no sólo no se lo almorzó sino que el corazón económico de Sudáfrica, es decir, la Provincia de Gauteng donde están Johannesburgo y Pretoria, depende en gran medida del agua que llega por tubos desde lo que se conoce como el “Proyecto de las Tierras Altas de Lesotho” (o la Represa Katse) que se encuentra a unos 500 kilómetros al sur, miren:
Pues para que no digan que yo soy un vago que no hace nada por este blog, hoy vamos con la historia del Rey Moshoeshoe I, el responsable de que Lesotho exista como país completamente rodeado por Sudáfrica. Traigan café y acomódense porque vamos con un poquito de historia de África Austral (que nunca cae mal para un día de cuarentena generalizada como hoy). Empezamos:
Lesotho: La historia del Rey Moshoeshoe I y el por qué existe un país dentro de otro país
Imagínense esta situación. Ustedes son el rey de un reino diminuto perdido por allá en la lejanía en las montañas del sur de África. A un lado ven cómo llega al poder un fulano llamado Shaka Zulú que era medianamente bárbaro y sólo levemente violento – en realidad mataba a todo lo que se moviera delante de él -. Por el otro, le empiezan a llegar un montón de blancos descendientes de holandeses, armados hasta los dientes, buscando tierras y, lo más importante, con cero consideración por los pueblos tradicionales que habitaban la zona. Luego, como si todo lo anterior fuera poco, súmenle a los británicos que siempre creyeron que todo lo que tocaban era de ellos y ahí tienen lo que en Colombia llamaríamos un mierdero… pero no cualquier mierdero, no, éste es un gran mierdero. Pues ésta fue la situación a la que se tuvo que enfrentar la nación de los Basotho durante gran parte del siglo XIX allá arriba de las montañas Maloti – conocidas como Drakensberg en Sudáfrica – donde vivían en medio de cascadas y nieve en uno de los territorios más hostiles que tiene África.



Pero bueno. Devolvámonos al principio del siglo XIX cuando el mapa de África Austral no se parecía en nada a lo que es hoy. De hecho, Sudáfrica ni siquiera existía en ese entonces. Tampoco existían ni la Colonia de Natal en lo que hoy es la Provincia de KwaZulu-Natal, ni tampoco el Estado Libre de Orange ni el Transvaal, Esto es casi que el principio de los tiempos de la lucha europea por quedarse con el sur de África. Hasta ahora, lo único que había sucedido era que los británicos se habían quedado con Ciudad del Cabo y habían expulsado a los holandeses – que habían llegado a Sudáfrica en 1652 con el buen Jan van Riebeeck – y dedicaban sus días a tener una que otra guerra con los Xhosa que habitaban la frontera oriental de lo que ahora era la Colonia británica del Cabo. Ya saben, como para pasar el rato y tener algo que hacer.

Mientras tanto, en el oriente, el buen Shaka emergía como el todopoderoso de la zona y empezaba a crear la nación Zulú… pero no sólo eso, también se estaba preparando para exterminar a cualquiera que se opusiera a su proyecto político. Y aquí hay que decirlo, los Zulúes siempre han sido conocidos como los mejores guerreros del sur de África. Incluso hoy son un pueblo altamente arrogante y hostil – razón por la cual este mapache vive peleando con ellos cada vez que va a Durban -.
Adelantémonos a la década de 1820 cuando cerca de 4.500 colonos británicos llegaron a la Bahía de Algoa – hoy Port Elizabeth – al tiempo que el Reino Unido estableció un puerto para el comercio en Port Natal – hoy Durban – más al oriente y, con eso, se consolidaba el dominio británico en la región. Luego, en 1835, los bóers o afrikáaners – es decir, los descendientes de los holandeses – saldrían de la Colonia del Cabo huyendo de los británicos que, para este momento, ya habían hasta prohibido el uso del idioma neerlandés en el territorio. Mejor dicho, los británicos llegaron, se quedaron con todo y persiguieron a todo el mundo hasta que no les quedó otra opción que salir corriendo. Este fenómeno de migración de los afrikáans hacia el norte y el oriente de lo que hoy es Sudáfrica fue conocido como el Gran Trek y se constituyó en uno de los hechos más importantes de la historia del país ya que significó no sólo la expansión de los blancos por todo el territorio sino también la definición de las fronteras de lo que después sería la Unión Sudafricana.

Como pueden ver, fue un siglo de expansión, convulsión, violencia y mucha, demasiada sangre regada por ahí. Y en medio de todo esto, una pequeña nación Basotho que tenía básicamente cero posibilidades de seguir existiendo. Pero sí, sobrevivió. Y lo hizo gracias al buen Rey Moshoeshoe I que sorteó con éxito a todos sus vecinos hostiles y se convirtió en el héroe y fundador del Reino de Lesotho.

Bueno, pues al gran Moshoeshoe I siempre se le ha presentado como un tipo calmado, suave y dulce, como pueden ver en la foto de arriba. Pero no era tal. De hecho era un hombre ambicioso y arriesgado. Durante su infancia, justo después de su iniciación, se dedicó a robar el ganado de las comunidades enemigas vecinas, un pasatiempo que le duró incluso hasta sus años de rey – y al ser ladrón, tenía el requisito fundamental para ser político… no sé, digo yo -. Después del éxito que tuvo robando vacas, él mismo se escribió un poema – sólo levemente narcisista – en el que se elogiaba y se refería a sí mismo “como una navaja que cortó todas las barbas de los Ramonaheng”. Los Ramonaheng eran los enemigos a los que les robaba las vacas y, de ese poema precisamente surgió su nombre. En el idioma sesotho, se dice que una navaja hace un sonido similar al “shoe shoe”, y con eso, Moshoeshoe significaba literalmente “el afeitador”.
Y mientras Moshoeshoe se dedicaba a robar vacas y afeitar Ramonaheg, empezó en 1815 y hasta 1840 un proceso conocido como el Mfecane, es decir, los proceso migratorios forzados entre los pueblos de África Austral. Con Zululandia como epicentro, se expandió violentamente por toda la zona durante 25 años mientras comunidades enteras huían y se estrellaban con otras en un esfuerzo desesperado por escapar a la brutalidad de nuestro querido amigo Shaka – que, como les dije, mataba todo lo que se moviera -. El Mfecane alteraría las poblaciones de todo el sur de África y llegaría casi hasta las fronteras sur de Tanzania y Angola. Es más, en el norte de Namibia existe un pueblo que se llama Katima Mulilo que en idioma zulú significa literalmente “el lugar donde finalmente se apagó el fuego”. La presencia de palabras en zulú en territorios tan al norte demuestra las grandes consecuencias que tuvo el Mfecane para la región.


En 1822, Moshoeshoe I se convirtió en el Rey de los Basotho y estableció la capital en el pueblo de Butha-Buthe, en el norte de lo que hoy es Lesotho. Y claro, estar en toda la mitad del Mfecane significó que el pequeño reino estaba destinado a ser atacado por todos los flancos. En este escenario, Moshoeshoe I requeriría una mezcla de poder militar, pragmatismo, diplomacia y adaptación a la realidad permanentemente cambiante a la que se estaba enfrentando para mantener sus dominios intactos. Esto significó, entre otras cosas, pagar impuestos a Shaka, romper relaciones con los británicos y frenar militarmente el avance hacia su territorio de las comunidades Nguni.

Pero su capacidad de resistencia en Butha-Buthe no duró mucho. Los continuos ataques enemigos obligaron a Moshoeshoe I a trasladar la capital a Thaba Bosiu, un pequeño poblado ubicado en una altiplanicie cerca de donde está ubicada actualmente Maseru. La ubicación geográfica de la nueva capital les permitía usar el lugar como una fortaleza y así repeler los ataques enemigos y, cuando no podían, el Rey simplemente les pagaba para que no los atacaran. Fácil.
Las poblaciones desplazadas por el Mfecane en toda la zona fueron obligadas a huir buscando seguridad, y muchas de ellas empezaron a amenazar el territorio de los Basotho. Los Batlôkwa, dirigidos por la famosa reina Mmanthatisi, se empezaron a asentar en la frontera norte – cerca de la actual localidad de Ficksburg en Sudáfrica – luego de múltiples batallas con las fuerzas Hlubi y Sotho. Luego, el hijo de la Reina Mmanthatisi, Kgosi Sekonyela, que tenía fama de ser incluso más cruel que Shaka, eventualmente tomó el poder de su madre y gobernó a los Batlôkwa para convertirlos en una de las comunidades más fuertes y poderosas en la zona. Y aquí es cuando empieza el todos contra todos militar y sexual. Sekonyela se casó con la hija de Moshoeshoe I en un esfuerzo por consolidar los lazos entre los Batlôkwa y los Sotho. Pero todo colapsaría. Como Sekonyela era fanático de la guerra y no sabía mucho de política, los 2 grupos entraron en guerra en 1853 y finalmente Moshoeshoe derrotó a Sekonyela y sus 35.000 hombres y tomó control sobre los territorios Batlôkwa en la zona en una de las guerras más sangrientas de la época.
Pero las migraciones como consecuencia del Mfecane eran sólo la mitad de las preocupaciones de Moshoeshoe I. Aún faltaban por aparecer los que llegarían para complicar absolutamente toda la historia de África Austral: los bóers. Para la década de 1830, los bóers en cabeza de un fulano llamado Jan de Winaar habían llegado a la puerta de los dominios de Moshoeshoe I exigiendo tierra – el mismo modus operandi que les permitió quedarse con media Sudáfrica – y se habían asentado cerca del poblado de Matlakeng al sudoccidente de los dominios Basotho. Pero Moshoeshoe I no sabía mucho sobre los blancos y, en lugar de matarlos a todos – como de hecho hicieron los Zulúes -, él optó por escoger a Eugene Casalis, un misionero francés, para que le sirviera de asesor de política exterior y de intérprete en sus contactos con los bóers y los británicos. Finalmente, luego de arduas negociaciones, el Rey le informó a de Winaar que podría utilizar sus tierras para tener su ganado siempre y cuando reconociera su autoridad sobre el territorio. Esto no duraría mucho porque apenas los bóers se tuvieron confianza y conocieron el funcionamiento del Rey, procedieron a robarse sus tierras y desplazar a las poblaciones Basotho que vivían allí. Lo de siempre, cabrones.
Durante las décadas de 1850 y 1860, el liderazgo de Moshoeshoe fue puesto a prueba repetidamente. Ahora, lo que sí hay que reconocerle fue que nunca perdió en ninguna confrontación armada… el buen Rey parecía tener la extraña habilidad de elegir sus batallas perfectamente de tal forma que nunca saliera derrotado. Logró doblegar tanto a bóers como a británicos, tanto así, que después de los enfrentamientos con las tropas británicas en 1851 y 1852, Moshoeshoe fue lo suficientemente hábil para proponer soluciones diplomáticas sabiendo que si el ejército imperial en pleno llegaba a su territorio, sus fuerzas armadas no tendrían ninguna posibilidad de salir victoriosas.
En este punto, para 1854, la paz finalmente llegó luego de que Moshoeshoe había derrotado tanto a los Batlôkwa como a los británicos. Pero no duraría mucho. Ahora había una nueva amenaza. En la frontera norte y occidental del reino, se acababa de conformar el Estado Libre de Orange, una República independiente creada por los Bóer que habían llegado desde Ciudad del Cabo en el Gran Trek y que incluía los pedazos de territorio que ya de Winaar le había robado a Basutolandia – el nombre con el que ahora conoceríamos a la tierra de los Basotho -. Ahora, como ya Moshoeshoe había solucionado sus problemitas con sus enemigos, pues le tenía que llegar uno nuevo. Normal, ¿cierto? Así, en 1858, el Estado Libre de Orange le declara la guerra a Basutolandia para quedarse con tierras cerca de la frontera que los bóers consideraban suyas.

Y aquí hay que decirlo. La infamia de los bóers no tenía nombre. Esta gente había llegado a la zona sólo 20 años atrás y su argumento para quedarse con las tierras de los Sotho era que eran “tierras abandonadas”. Claro, no importaba que hubiera cerca de 300.000 Sotho en las tierras reclamadas. Igual eran negros, así que no contaban – eso pensaban ellos, a mí no me regañen por racista -. Pues nada, ¡a la guerra para tomar las tierras abandonadas que nos pertenecen!
Los bóers le propinaron las peores derrotas militares al ejército de Moshoeshoe. Aún así, en la primera de las 3 Guerras entre el Estado Libre y los Basotho conocida como la Guerra de Senekal, los Sotho pudieron repeler el ataque de los bóers y el rey envió brigadas de asalto a atacar al Estado Libre. Cuando los bóers volvieron a atacar en 1865, Moshoeshoe acudió a los británicos para que le ayudaran pero nadie le prestó atención. Esta vez estaba solo y la única opción que le quedó fue negociar con el Estado Libre y cederle una gran porción de territorio a cambio de una tregua entre los dos.

Y como si todo lo anterior no fuera poco, la situación se le complicaría aún más a Moshoeshoe. En 1867, los bóers deciden volver a atacar, esta vez para quedarse con todo Basutolandia. Aún así, las tropas del rey no se rinden e impiden que los bóers lleguen a la capital Thaba Bosiu. Pero Moshoeshoe sabía que no podría resistir mucho. Y después de una conversación con el francés Casalis, llegan a la conclusión de que la única forma de salvar el reino es contactar a los británicos y entregarles el territorio a manera de protectorado. Así, sería el ejército imperial el que protegiera a Basutolanida del expansionismo del Estado Libre y Moshoeshoe conservaría su posición de rey, sólo que ahora bajo la tutela británica. Él entendió que era la única forma en que Basutolandia no fuera almorzada del todo por el Estado Libre.
Basutolandia se había salvado pero no era ni sombra de lo que fue. En las 3 guerras con el Estado Libre, Moshoeshoe había perdido la mitad del territorio de su reino, principalmente tierras fértiles al occidente que pasarían a ser conocidas como “los territorios perdidos” y que ahora estaban en manos de granjeros blancos del Estado Libre. De aquí, por orden de Londres, Basutolandia pasó a formar parte integral de la Colonia del Cabo – como ven en el mapa anterior -. Pero esto no le gustó mucho a los Basotho que, a pesar de estar protegidos por Gran Bretaña, se sublevaron contra ella entre 1880 y 1881 para que el gobierno británico los considerara como una colonia aparte. Era fácil. Si hacían parte de la Colonia del Cabo, no podrían separarse de ella en caso de que se le concediera la independencia; en cambio, si fueran una colonia aparte, podrían independizarse sin depender de Ciudad del Cabo. La sublevación duró dos años y se conoció como la “Guerra de las Armas Basotho“… El resultado final fue que Basutolandia pasó a ser una colonia de la corona separada de la colonia del Cabo a partir de 1884.
Y la predicción de Moshoeshoe se cumplió porque, a pesar de que la Unión Sudafricana se había independizado en 1910, Basutolandia nunca hizo parte integral de su territorio. A tal punto que, en 1966, Lesotho finalmente se convierte en un país independiente, completamente rodeado por Sudáfrica, pero independiente al fin y al cabo. Otras naciones del sur de África no corrieron con la misma suerte. Los Zulúes de Shaka y los Xhosa fueron literalmente almorzados por Sudáfrica cuando no fueron capaces de derrotar a los blancos, ya sean los británicos o los bóers. Pero no Lesotho que inteligentemente usó a los británicos para su propio beneficio.
Moshoeshoe I finalmente murió en 1870 después de gobernar al pueblo Sotho por casi 50 años. Pero fueron su inteligencia y diplomacia las que lograron que su nación mantuviera una identidad diferente y un sentimiento de pertenencia fuerte que le permitió lidiar con las múltiples guerras a las que se enfrentó el reino durante los siglos XIX y XX. Era como si él supiera que la hostilidad y beligerancia de Shaka no eran sostenibles en el tiempo, que la violencia asociada con el Mfecane eventualmente se acabaría, que la única forma de conservar la existencia de su reino era negociar e incluso usar a los británicos para su propio beneficio… Él sabía que la ocupación europea llegaría y luego se iría, y que ahí quedaría la nación Sotho, intacta, inconfundible, orgullosa en lo más alto de las montañas para construir lo que en 1966 pasó a llamarse Lesotho. Si bien Moshoeshoe I no fue el rey más poderoso ni comandó el ejército más grande del sur de África, sí fue, sin duda, el más inteligente, y esa inteligencia lo convirtió en el padre de la nación y en el más respetado de todos los Basotho.



